El hombre y Dios en San Agustín

Resumen

La filosofía es concebida por Agustín como un reflejo del hombre en el hombre. Pero el hombre al conocerse a sí mismo, conoce a Dios dentro de su propia alma. Agustín hace hincapié en la subjetividad o en el principio de autoconciencia. Y lo enfatiza hasta el punto de poner el problema de Dios como intrínseco al hombre mismo. Es decir, el problema de Dios surge en el mismo momento en que el hombre reflexiona sobre sí mismo.
Agustín no se ocupa principalmente de la realidad física externa. Para él, sin embargo, las cosas en sí mismas no tienen sentido, son sólo "cosas"; son experiencia para el tema de la experiencia que es el hombre. La experiencia es el contacto humano, es sólo humana; hay experiencia allí donde el hombre está dentro y sólo el hombre tiene experiencia porque la suya es una conciencia pensante.
Agustín es el filósofo de la interioridad. La interioridad agustina es una tesis metafísica, es metafísica, es decir, no es un momento de alma, sino un momento al Espíritu en la objetividad de la verdad interior. En Agustín no hay innatismo como el platónico, es decir, "Idea" como algo dentro del alma; hay presencialismo que es la presencia de la verdad o de la idea en el espíritu. La presencia de la verdad dentro del pensamiento humano no da paz al hombre: de ahí su desinteresidad esencial. ¿Por qué tan disturbio? Porque busca lo que tiene y aún no. La presencia ibis de la verdad en sí mismo lo despierta y lo lleva a anhelar la realización de la verdad absoluta (Dios).
¿Acciones de Agustín la primacía de la voluntad sobre el intelecto o viceversa? Agustín no es un intelectualista, ni un voluntarista por la sencilla razón de que no establece primacía de la voluntad ni primacía o intelecto, una vez que son problemas puramente abstractos. Para él todo acto de espíritu es sintético que es todo el intelecto y la voluntad del hombre, está en él.

La verdad se concibe como la vida interior del hombre como vivida por el hombre. No hay un punto de vista sobre la verdad, pero hay la verdad como un punto de vista objetivo desde el cual cada perspectiva es posible. La verdad es el punto de vista objetivo, dentro del cual uno está dentro y desde el cual uno puede tener cada perspectiva en todo lo demás. Por lo tanto, no hay un punto de vista sobre la verdad, sino la verdad como el único punto de vista de cada punto de vista.
Agustín no es ontólogo. Agustín no acepta la intuición directa de Dios. El hombre no tiene intuición, verdad en sí mismo, pero participa de ella, tiene un vínculo ontológico con el ser y la verdad. Sin embargo, hay un abismo o una distancia infinita, porque la verdad humana de la Mente parte de la verdad es diferente de la verdad presente en la Mente divina.
Agustín permite el libre al libre alé alé alé, es decir, la libertad de elección entre el bien y el mal, entre un "bien menor" y un "mayor bien", entre el bien y el mal, entre un "enfermo menor" y un "mayor mal". Para él, sin embargo, la verdadera libertad no es la libertad de ser capaz de elegir entre el bien y el mal, sino la libertad que uno tiene de elegir, sino sólo el bien y el bien.
Uno puede dudar de todo menos de sí mismo con dudas. Agustín deduce que "cogito" de ser; Descartes al revés. Uno es y es consciente de su existencia, pero en el mismo momento en que uno es consciente de sí mismo o de la autoconciencia, se da cuenta de que su conciencia es porque hay verdad, ya que hay, dentro de sí mismo, la luz de la verdad, en la que uno descubre una, propia existencia; que uno es consciente de sí mismo.
Para Agustín el alma no está dentro de un cuerpo como dice Platón; uno, el alma está encarnada en un cuerpo. El cuerpo pertenece a la vida del alma y la vida del alma pertenece el cuerpo M. El hombre es, por lo tanto, esta unidad encarnada.
En resumen: Agustín enfatiza la intuición sobre la intimidad del hombre, sobre la presencia de Dios en el alma y afirma que se revela dentro de la alma del hombre, muy misma alma.