Centroamérica en la década del 80 (democracia y armamentismo)

Resumen

Durante la década del 80 América Latina ha experimentado diversas formas de transición hacia la democracia política. En la base de los procesos de democratización se encuentra una crisis económica sin precedentes desde el colapso de 1929. La década de la democratización ha sido también "el decenio perdido" en términos de desarrollo y calidad de vida. No es que la democracia haya engendrado la crisis económica sino más bien que el deterioro de la economía fue sacando paulatinamente a los militares del ejercicio del poder político. Entendiendo que nada desgasta más la popularidad y la legitimidad de una élite gobernante que la erosión en el nivel de vida de los ciudadanos, las cúpulas militares optaron por un repliegue hacia los cuarteles a la espera de tiempos mejores. Los nuevos gobiernos civiles han heredado, entonces, el fenómeno inédito de la recesión con inflación, la pobreza generalizada, la polarización de la vida social y la crisis de una voluminosa deuda externa concertada durante el "reinado de los militares". Democratización política y crisis económica son dos aspectos de la misma realidad latinoamericana durante el decenio del 80. Partiendo de esta perspectiva global, la crisis en la economía se convierte en el principal obstáculo para la consolidación de la democracia y un fracaso en el manejo de los asuntos de la recesión, el desempleo, la inflación y la deuda externa crearía un marco político de desencanto y escepticismo hacia las fórmulas democráticas. Ese tipo de marco se convertiría en el mejor estimulante para el regreso de los militares a las casas de gobierno. En otros términos, solamente si la década del 90 se perfila como un período de reactivación económica y despegue hacia el desarrollo, entonces los procesos de democratización serán irreversibles y consistentes. Por el contrario, un nuevo "decenio perdido" en términos de desarrollo constituiría el sustrato idóneo para una cadena de golpes palaciegos y la reconstrucción de las dictaduras inspiradas en la doctrina de seguridad nacional. Así también, un tal cuadro de regresión tendería a alimentar las experiencias de violencia insurgente en los países del subcontinente. Desde luego, países como Paraguay y Chile apenas empiezan el tránsito a la democracia, mientras Panamá y Haití aún sobreviven como regímenes militares y Cuba permanece inmutable, insensible a las corrientes reformistas del comunismo internacional y anacrónicamente aferrada al militarismo stalinista. En Nicaragua, aún hay incógnitas sobre su futuro político que serán despejadas durante las elecciones de febrero de 1990.