Educar para qué

Resumen

"Instruir puede cualquier; educar, solo quien sea un Evangelio vivo".

Este pensamiento de uno de los educadores de más éxito en Hispanoamérica, don José de la Luz y Caballero, va a la raíz de todo el proceso educativo.

Porque instruir es transmitir información sobre un esquema sistemático. Esto lo realiza mejor el especialista en cualquier campo del saber, al que       seguramente, además, le resulta fácil porque "de la abundancia del corazón habla la boca".

Pero el especialista es, por definición, un hombre de un campo de conocimiento limitado. O como leí en una ocasión, es "un hombre que cada vez sabe más y más de menos y menos".

El educador, en cambio, no solamente transmite información sino, por encima de todo, valores vividos. Y en esto, como en cualquiera otra transacción, nadie da de lo que no tiene.

El vivir los valores es lo opuesto a la estrechez de la especialización: toda la persona, no un segmento, se involucra en ello.

Esto me vino a la mente la semana pasada cuando mente que, a mi juicio, es preferible "...que el aborto quede a la discreción de la madre hasta que el feto sea viable fuera de su vientre"; pero también de una madre cuyo criterio este templado por "la sabiduría decantada siglos de penosísimo crecimiento espiritual, en una también regada con la sangre de tanto mártir (madre o hijo), que quedó en promesa en el acto clandestino de abortar".

De esa manera, se salva, creo yo, por un lado, la liad de conciencia de la madre y, por el otro, nos aseguramos en cuanto cabe humanamente asegurarse que la dificilísima decisión que niega la vida a un nuevo ser cuya humanidad es debatible aun no será tomada ni ciega ni irresponsablemente.