Cultura ambiental y organización del espacio:
Vertientes base del desarrollo sostenible
Marco Vinicio Peñaranda-Sánchez[1]
Quendy Bermúdez-Valverde[2]
La cultura lo es todo.
El durazno no era en un principio sino una almendra amarga.
. La coliflor no es
más que un repollo con una educación universitaria.
(Twain; 2005: 199)
Resumen: El medio ambiente está sujeto a una serie de
riesgos. Son muchos los aspectos que amenazan la naturaleza, y también a los
propios seres humanos. No es solamente que la naturaleza se vea amenazada, sino
con ello, la dinámica de los diferentes grupos sociales, situación que va a
variar de acuerdo con la cultura y el espacio donde interactúan.
Esta disyuntiva
que ha venido acrecentándose, hace reflexionar sobre el papel que deben jugar
las diferentes sociedades en la toma de decisiones y la implementación de las
políticas para poder contrarrestar el impacto sobre el medioambiente. La
paradoja de todo esto la ubicamos en lo que el ser humano entienda sobre su
papel dentro de la naturaleza en sí. Esto porque los seres humanos tratamos de
corregir ciertas prácticas, pero por otra creamos amenazas de acuerdo con esas
políticas correctoras.
Se trata,
entonces, de valorar la educación y su papel en la
implementación de mecanismos que
permitan identificar y comprender estos problemas que acechan al medio ambiente
y su sostenibilidad.
Palabras Clave: MEDIO AMBIENTE -
EFECTOS DE LAS ACTIVIDADES HUMANAS - DETERIORO AMBIENTAL - EDUCACION
PARA EL DESARROLLO SOSTENIBLE - SENSIBILIZACION AMBIENTAL - CRISIS ECOLOGICA -
CAMBIO CULTURAL
Abstract: The environment is subject to a number of risks. There are many aspects that threaten not just nature but human beings. Not only that nature is threatened, but with this, the dynamics of different social groups, a situation that will vary according to culture and the space where they interact.
This dilemma has been increasing, and make us think about role to be played by different societies in decision-making and implementation of policies to offset the impact on the environment.
The paradox of all this we place on what humans understand their role within nature itself. This is because human beings try to correct certain practices, but on the other hand, we also create threats based on these corrective policies.
It is, then, to value education and its role in the implementation of mechanisms to identify and understand these problems that threaten the environment and sustainability.
Key Words: ENVIRONMENT - HUMAN ACTIVITIES
E F F E C T S - E N V I R O N M E N TA L D E G R A D AT I O N -
EDUCATION FOR SUSTAINABLE DEVELOPMENT ENVIRONMENTAL EDUCATION - ENVIRONMENTAL
AWARENESS - ECOLOGICAL CRISIS - CULTURAL CHANGE
Recibido: 28
de febrero de 2013
Aceptado: 12 de abril de 2013
Es hoy una época
en la que los efectos del deterioro en el ambiente están repercutiendo más
directamente en los individuos y su vida cotidiana, su producción y
reproducción y su forma de ser. La problemática ambiental influye y se
manifiesta de distintas maneras en cada uno de los grupos sociales y
ecosistemas del planeta. El agotamiento de recursos, la injusticia social, la
contaminación del agua, la tierra y el aire, son percibidos y asimilados de
diversas formas por las personas, así mismo con diferentes respuestas, no
necesariamente pacíficas. Es así como visualizamos
que la cultura ambiental, entendida
como aquella postura ante la vida que nos
permite cuidar y preservar nuestro ambiente, es un asunto de interés para
todo el mundo
Ante esta situación y la gravedad de
ella, se hace necesario reflexionar sobre el valor de la educación, la cultura
y la posición ambiental, así como la implementación de mecanismos, que permitan
comprender el origen de los problemas ambientales, como una forma de encontrar
solución a ellos. Para esto hay que considerar los distintos niveles y mecanismos
de accionar con la naturaleza, desde la interacción educativa, hasta formas con
los cuales entramos en contacto, empezando con el lugar en el que nacemos y la
forma en cómo hemos sido educados por nuestra familia, en la gente que hemos
conocido, en la información a la que hemos podido acceder, en las escuelas a
las que hemos acudido, en los medios a los que tenemos acceso y en las
distintas formas de ambientes y culturas que hemos conocido y entendido.
En otras
palabras, el criterio y la forma en que abordamos y damos significado a
conceptos como ambiente, naturaleza, desarrollo, calidad de vida, desarrollo
sustentable y problemática ambiental, va a depender de las experiencias y
expectativas que hemos adquirido en nuestro proceso educativo, siendo esta
educación la que nos hace reaccionar de una manera u otra ante los problemas
del mundo, ya sea en el ámbito familiar, vecinal o en la toma de decisiones de
las políticas nacionales (también habrá quien no perciba problema alguno).
Surge así la
necesidad de cambiar algunos paradigmas que rigen nuestro actuar ante la
naturaleza, así, por ejemplo, se parte de que todo lo referente a la protección
del ambiente y a los recursos naturales recibe el beneplácito general. La
triste realidad, es otra ya que la suciedad y el irrespeto a las normas
ambientales, a los recursos naturales, al actuar cotidiano, nos acusan día a
día. La simple propuesta de un relleno sanitario en un municipio, aun con todas
las salvaguardias ambientales correspondientes, une a la gente en una especie
de guerra santa.
Sobre la
hipótesis de que la cultura ambiental es el reflejo de la interacción del ser
humano – naturaleza y que las diversas formas de educación, formal, informal y
no formal, determinan una visión y posición nuestra ante el medio, lo que ha
generado el trabajo actual.
En el amplio
espectro teórico de que gozan las Ciencias Sociales, uno de los temas, quizás
más controvertidos, es el de la Cultura y su relación con el medio natural, Nudo gordiano donde se asocian inteligencia,
pensamiento, consciencia, individuo, lenguaje, cultura, sociedad... (Morin,
2006: 44). De igual modo cada vez
más las Ciencias Sociales -y no ya solo las exactas o naturales- debaten desde
sus perspectivas, sus aportes para la solución de una problemática que exige un
enfoque holístico, sistémico.
Por tanto, el pensamiento sistémico es un
pensamiento contextual, y puesto que la explicación en términos de contexto
significa la explicación en términos de entorno, podemos afirmar que el
pensamiento sistémico es un pensamiento medioambiental. (Capra; 2006: 57)
Al partir de una
noción de cultura de carácter humanista, ergo, por y para el ser humano, se
considera Cultura, la mayoría de las veces, como la resultante de su academia,
tanta más cultura posee un ser humano, mayor es su bagaje académico. Si bien es
cierto una buena parte de lo que conocemos como cultura, tiene su génesis en la
academia, y no es menos cierto, que la cultura
como objeto de investigaciones científicas es más aquella que se deriva de la
relación Ser humano – Naturaleza, incluso, si se ve más allá, dice
Fernández-Rañada que …cualquier cosa que
no sea naturaleza es cultura (1995: 10). Ahora bien, el Saber /
Conocimiento, es parte fundamental y vértice en la dilucidación de los
fenómenos, de hecho, su participación es básica en la medida en que nos permite
análisis y diagnosis como referente de la prognosis, al conocer la dinámica
interna de un fenómeno, vislumbramos soluciones/ utilizaciones/transformaciones
que nos permiten racionalizar el uso de este; si es negativo entonces
prevenirlo, si es positivo, manejarlo.
La construcción del saber ambiental es el
cuestionamiento permanente a los paradigmas dice Avellaneda (2002: 195), visto así, se asume
dicho saber como motor en la construcción de la Ciencia. Sin embargo esta
Ciencia / Saber se ha visto castrada en su esencia por una
hiperespecialización, y aunque más adelante veremos lo causal de esta
manifestación, no está demás, advertir el peligro que conlleva las
especialidades atrofiantes de las nuevas ciencias /saberes.
…la disciplinariedad cerrada (apenas corregida por
la insuficiente interdisciplinariedad), el crecimiento exponencial de los
saberes separados hacen que cada cual, especialista o no, ignore cada vez más
el saber existente.
(Morin; 1999: 21)
Esta construcción del saber ambiental
como proceso de investigación y práctica social, que a su vez proyecta o genera
una cultura ambiental, como inconmutable generador de la especificidades del
ser individual, colectivo y social, no da la opción que propone Byron de escoger debes entre la ciencia y el amor,
sino que deja una sola oportunidad, radicada en la complejidad ambiental de la
realidad actual y fundamenta y se fundamenta en la siguiente figura.
Figura 1. Construcción social del saber ambiental
académico
Un saber, que a
tenor con Hegel, argumenta que más allá
del saber solo queda la fe, y en la mejor acepción de fe de Goldsmith que señala:
Es una fe en la sabiduría de aquellas fuerzas que
crearon el mundo natural y el cosmos del que forma parte; es una fe en la
capacidad de este último para brindarnos sus extraordinarios beneficios, los
adecuados para satisfacer nuestras más elementales necesidades. En una fe en
nuestra capacidad para desarrollar patrones culturales que nos permitan
preservar su integridad y estabilidad. (1999, p. 88)
Estos patrones culturales que se definen a partir de la sabiduría/
racionalidad/fe, según Roy Rappaport, tiene el papel de asegurar la adaptación
de la sociedad en particular al medio ambiente específico en que vive y solo
pueden ser juzgados en términos de la aptitud para lograr ese propósito, por lo
que tales patrones culturales pueden definirse como subjetivos. (Rappaport,
1979, pp. 97 – 98)
Así se asume
tanto el saber racional como la fe goldsmithiana en la forma de un accionar
epistemológico, creativo, interdisciplinario e integrador; racionalidad
ambiental que emerge como garantía de una racionalidad identificadora con su
entorno mediato y no, que siendo holística, conjuga en su seno lo mejor del
conocimiento humano y contradice el planteamiento de Leff, cuando propone
interdisciplina como un eje de potenciación de lo totalitario:
Ante las Teorías de Sistemas, los métodos
interdisciplinarios, y el pensamiento de la complejidad […] la racionalidad
ambiental se piensa como el devenir de un ser no totalitario. (2007: 4)
Sustentamos la
tesis que lo que queda es reconstruir esta inquieta, limitada y compleja
racionalidad, antes de que los hechiceros del saber “oficial” nos desemboquen
en el abismo de la crisis “irretornable” del ambiente. Esta racionalidad recreada
en el saber académico interdisciplinario, integrador, visionario, que nos
impida caer en el autismo de la especialización, especialización que al
hiperactivarse metamorfosea la esencia de la realidad ambiental y transforma la
ciencia, el saber, la racionalidad y la soluciones y/o aprovechamientos de los
fenómenos.
Es el saber
interdisciplinario que se convierte en saberes,
pues somos conscientes que los saberes no pueden ni deben existir sino por
medio de la concatenación dialéctica con el saber.
Uno y otro son ciencia y esencia de la realidad científica, a partir de la cual
potenciamos la noción de cultura como
herencia social del quehacer humano y que cada cultura alimenta y se
retroalimenta en las identidades individuales, enmarcadas en el sitio y
situación de la colectividad, en donde los procesos
(irrupción, asimilación, legitimación, transmisión) en interacción con los insumos define los productos (ciencia y tecnología) que implementan su visión del
mundo / naturaleza, visión holística, integradora, dialéctica, dialógica (en
cuanto cultura-naturaleza, individuosociedad, razón-fe y, porque no,
ciencia-amor) integradora e interdisciplinaria.
Esta es la razón de que las culturas puedan
mostrarse incomprensivas respecto de otras culturas, en incomprensibles entre
si […] los tipos de sociedad han sido diversos en la historia humana […] las
diversidades son infinitas lo que vale para la diversidad de los hábitos,
costumbres y artes de vivir. (Morin, 2006: 72)
En la Figura Nº
1, se ha enfatizado en los insumos espaciales y parten de que existe una innata
especialidad en los fenómenos sociales, desde los económicos (en su fase de
producción y reproducción de espacio/capital social, a pesar de la apropiación
de individual del segundo), hasta los bélicos (pocas guerras dejan de lado la
necesidad, de territorio, espacio vital, en un o más de los contendientes, unos
para defenderlo, otros para apropiárselo y la mayoría para expoliarlo).
Especialidad que
no es casual, y si muy causal, desde que aparece un momentun, una discontinuidad atemporal (al no pertenecer a
formaciones socio históricas determinadas y si a todas ellas) que propicia un
saber permeado en la dominación del territorio, cuyo fin principal y único es
que una clase hegemónica, llámesele como se le llame (esclavista, señor feudal,
capitalista, etc.), implemente una relación de dominio y explotación de dicho
espacio.
Aprender a
pensar el espacio, para organizarnos en él, implica una racionalidad basada en
un tipo de cultura específico que permita al ser pensante, usuario, expoliador,
creador, racionalizar los pasos que da, de manera que cada uno de ellos tenga
finalidades previamente definidas, basadas en el conocimiento de su
meta/objetivo, de las herramientas que va a usar, los insumos, la materia
prima, conocedor de que cada golpe que se dé a la naturaleza, más tarde la
naturaleza lo devolverá con creces.
Lo único que hacen los animales es utilizar la
naturaleza [...]. El Ser humano en cambio modifica la naturaleza y la obliga
así a servirle. Y esta es en última instancia la diferencia que existe entre el
ser humano y los demás animales, diferencia que una vez más viene a ser efecto
del trabajo. Sin embargo no nos dejemos llevar del entusiasmo ante las victorias
del ser humano sobre la naturaleza. Después de cada una de ellas, la naturaleza
toma su venganza. [...] las primeras consecuencias de estas victorias son las
previstas por nosotros, pero en segundo y tercer lugar aparecen unas
consecuencias muy distintas... (Engels: 1973, 13-14)
La colectividad
aprehende en la especialidad las diferencias internas y externas que determinan
la organización de dicho espacio. De hecho las diferencias al manifestarse e
irradiarse sobre el entorno/medio natural forja la cultura en la medida en que
la colectividad interaccione con este espacio. Decimos que la cultura es
manifestación de las diferencias organizacionales del espacio en tanto la
colectividad mantenga nexos con este, nexos que por lo general serán de
carácter económico. También define en el ser humano/colectivo formas propias de
producción, asimiladas en su proceder cultural, la eficiencia de la producción
se manifiesta a partir de la especialización en el trabajo.
En una sociedad
que pasa por el período de urbanización e industrialización, la tendencia que
se manifiesta es a dar creciente importancia al peritaje y la especialización
del individuo en el desempeño del trabajo. La importancia creciente que se da
al peritaje en una sociedad urbanizada viene indicada por las crecientes
proporciones de trabajadores que desempeñan funciones laborales muy
especializadas; así mismo la pericia ocupacional se acompaña de una tendencia a
la profesionalización del trabajo (Caplow; 1987: 139-140).
Es interesante
hacer notar que tanto Theron Alexander (1978: capítulo 13) como Josep Muntañola
(1980: capítulo 2) mantienen que existe también un grado diferencial de
percepción y actitud del ser humano con respecto ambiente, según el nivel de
especialización/profesionalización que el individuo alcance; de esa forma a
mayor especialización/profesionalización le corresponde un mayor aislamiento,
una mayor abstracción del ser humano y del medio que le rodea. El típico
ejemplo para tal aseveración es el científico/genio que vive lejos de su
realidad y que es común encontrarlo en las comedias sobre “genios locos”.
A partir de lo
anterior el ser humano usará este entorno como una forma de reproducción, tanto
de la especie como de su fuerza de trabajo y de esa forma forjará su visión
holística en función de la relación que prevalezca. Así mismo esta cultura
socio colectiva va a interactuar con otras culturas, ya sea como una relación
únicamente social (casamientos entre elementos de las tribus, deportes, etc.)
la menos, o una relación de corte económico, la más. Ya que esta cultura socio
colectiva es la que a la postre reivindicará las posiciones y promueve las
transformaciones más radicales:
Ya no se trata de limitarse a leer en el gran
libro abierto de la naturaleza, sino de poner en práctica todo un instrumental
conceptual […] para que se revelen poco a poco unas realidades que no aparecen
a simple vista. (Lacoste;
1977: 142)
El integrar la
cultura, el ambiental para el caso, como elemento básico a la hora de
argumentar la organización del espacio, como génesis o herramienta en la
consecución del desarrollo sostenible lo hemos considerado esencial, pues como
se ha argumentado en párrafos anteriores, la cultura encuentra su génesis en la
interacción ser humano – naturaleza, a tenor con la propuesta de Ángel y Felipe
Maya en el sentido de entorno – ecosistema principio y fin último de la
actividad humana.
El ecosistema tomado no solo como el origen de lo
humano hace millones de años sino también como inconmutable generador de las
especificidades y otredades de lo humano, porque lo humano se ha hecho y se
hace humano al transformar el ecosistema. (Maya y Maya; 2007; 13)
En la definición
de cultura y sobre todo en la parte ambiental, hemos propuesto como tesis de
discusión y la vez como principio en la consecución de una objetiva concepción
una buena parte de esta visión / relación deviene de la del contacto que se
establece entre el ser humano y la naturaleza. Si entendemos, en su acepción
clásica, cultura, como una buena
forma de relacionarnos con los demás seres humanos, se traduce en cultura
ambiental como Topofília, del mismo
modo, Incultura tiene su parangón en
la Topofobia, términos, Topofília y
Topofobia, en los que profundizaremos más adelante. Sin caer en determinismos
geográficos, la propuesta es la de asumir firmas de cultura en el ser social,
con algún grado de arraigo en su relación con el espacio, ergo, la naturaleza y
sus diversos agentes.
Porque las emociones y la creatividad de un
ciudadano, incluso la sensación de bienestar comunitario que este pueda sentir,
esta, sin duda, influenciado por la belleza y los sentimientos de
esparcimiento, tranquilidad y recreación que son capaces de aportarle la
variedad de espacios existentes... (Pose Porto; 2006: 83)
En este caso
específico, el autor se refiere a los espacios en el entorno urbano, donde el
concepto de naturaleza es más bien de carácter artificial, y a la vez es un
espacio donde lo que abunda es más la inseguridad que la seguridad, donde la
cultura ambiental sería más bien de topofobia, el espacio es agresor y agredido
al mismo tiempo, la dialógica espacial es la de espacios necesarios, peor por
lo general poco agradables, donde lo que priva es la reproducción económica del
espacio, por sobre la social. Las relaciones respetuosas entre las personas, la
tranquilidad en las calles y la adopción de una cultura de paz, forman parte
del acervo que la sociedad valora y considera parte fundamental para su diario
convivir. El acervo cultural cumple un papel de gran importancia en la medida en
que potencia o reprime un entorno justo y armónico, al respecto:
Conviene analizar con detalle en qué medida la
cultura actual contribuye a inhibir o a potenciar las conductas agresivas.
Desgraciadamente el balance tiende a ser muy negativo: vivimos en un ambiente
de creciente inseguridad, lo que hace (...) clasificar los vientos como
amenazantes y potencialmente destructivos, (...) que a su vez generaran una
mayor sensación de inseguridad. (Fournier; 2006: 256).
En síntesis, la
cultura está constituida por el conjunto de saberes -haceres, hábitos,
costumbres, normas, prohibiciones, estrategias, creencias, ideas, valores,
mitos- que se recrean de generación en generación, se reproducen en cada
individuo al mismo tiempo que genera y se regenera la colectividad/sociedad
(Morin; 2006: 39 - 56).
En anteriores
ocasiones y párrafos hemos hablado del espacio como una forma de recreación
social, el espacio sobre el cual el accionar del individuo y la
sociedad/colectividad interactúan con la naturaleza en un diálogo, no siempre,
por no decir nunca, armonioso, pero aun así, espacio producto de esta
interacción, para bien o para mal, o como decíamos, espacio topofóbico o
topofílico según la visión holística del individuo o sociedad/ colectividad en
la palestra. De esta forma se vislumbran tres elementos esenciales en el
proceso de organización del espacio, a saber: territorio, individuo y
sociedad/colectividad.
Territorio, como visión de sitio/situación del quehacer del
individuo y la sociedad/colectividad:
...los individuos circulan dentro de un
determinado espacio social y la movilidad cultural es constante (desplazamiento
de pautas de conducta, valores, gustos, etcétera). (Vásquez; 1994: 16)
Ahora bien,
enmarcado en el contexto de las Ciencias Geográficas, vemos el territorio como
un conjunto indisociable en el que participan tanto la disposición de objetos
geográficos (objetos naturales y objetos sociales), como la vida que los llena
y anima, en otras palabras, la sociedad, que en su continuo movimiento, define
las formas espaciales antropizadas diferenciales (urbanas, rurales,
industriales, y otras). Esta sociedad/colectividad, a la que podemos definir
como el contenido, no es independiente de los objetos geográficos, definidos
como la forma, ya que cada forma encierra al mismo tiempo un conjunto de formas
que contiene fracciones del contenido, con lo que contribuye a la producción de
espacio. El individuo aporta la singularidad entre la sociedad/ colectividad y
el territorio. Parafraseando a Morin (2006), tendríamos una “trinidad humana”,
en la forma de individuo– sociedad–territorio, aparejado en la cultura– saber,
en donde el individuo es causa y efecto de los procesos generados:
Las interacciones entre individuos producen la
sociedad, y esta, que retroactúa por su cultura sobre los individuos, les
permite devenir propiamente humanos. (Morin; 2006: 58)
Aun y cuando el
proceso en si haya superado las expectativas de su génesis y hoy día, su capacidad
y función de recrear y reproducir la especie, la sociedad y la fuerza de
trabajo, el espacio del individuo y la sociedad/colectividad ha entrado en
crisis, al variar su función al extremo de que más bien genera daños a los
elementos que lo integran, la crisis del ambiente se torna cada día más y más
irreversible, como clara manifestación de la No Organización del Espacio, del
uso topofóbico de este y que ha dado pie a que William Bunge (1975) en parangón
con el espacio urbano, defina tres tipos de espacio, tipificándolos como, espacio de la muerte, espacio de la
necesidad y espacio de lo superfluo, resultantes de la utilización diferencial
del espacio.
Es en este
espacio no organizado donde se
agudizan las contradicciones propias de la formación socioeconómica en que se
sustenta, donde prevalecen valores que forjan una cultura basada en los mass media, donde el entorno mediático,
llámesele también territorio virtual,
del individuo y la colectividad / sociedad, es un permanente discurso socio –
espacial plagado e impregnado de representaciones, símbolos, causalidades y
casualidades, que se tornan día con día más espaciales con lo que denota,
genera y recrea una cultura cada vez más permeada en lo global.
La globalización de la cultura tiene una larga historia
[...] el concepto de globalización se usa para referirse fundamentalmente a dos
procesos: la globalización de la economía mundial y la difusión global de
formas y significados culturales [...] las identidades culturales y colectivas
están adquiriendo un lugar central en los debates de la teoría de la
comunicación contemporánea y en la teoría cultural y sociológica en general. (Tubella; 2006: 465 - 466)
Una cultura en
la cual los conceptos de clase, nación, etnia, y su operacionalización se
pierden en los códigos de información y representación en los cuales radica el
poder, al sentir de Castells, poder que reside en la mente de los individuos y
en la sociedad/ colectividad y solo comprendiendo esto, comprenderemos el papel
de los mass media en la construcción
de la identidad cultural (1997: 359) y de como esto redunda en la organización
o no del espacio. Relación con el territorio que define una cultura que se
deprecia en lo local, lo rutinario, lo criollo,
que se regodea en una tecnología de “punta” que deja de ser cada vez menos de
punta para convertirse en parte de la cotidianeidad de la marginalidad. Un
saber científico que debiera ser herramienta de transformación social
abocándose a la construcción de nuevas formas de cultura, incluso, de formas
estéticas culturales (Fernández - Rañada; 1995:65).
Sobre este territorio se generaliza la práctica científicotecnológica que según el carácter cultural que la precede, de acuerdo con lo comentado en párrafos anteriores, puede ser topofílica y la resultante es la esquematización del equilibrio ecológico espacial, o bien topofóbica, la depredación del medio es la orden del día, perdemos el rumbo de la racionalidad en aras de la ganancia a ultranza. En contrapeso Amamos ese regreso a la vida real, besamos el atardecer y nos complacemos con la caricia del viento. Lo llamamos ambientalismo. (Maya y Maya; 2007: 13)
Aún queda esperanza
Una faceta
importante del uso cultural del entorno por parte del individuo y la
sociedad/colectividad es su organización y, casi siempre, la no organización de
estos en los diferentes territorios, donde el ordenamiento aparece tanto en la
forma de impresión de un accionar cultural reflejado bajo la forma de una
política económica, como una toma de conciencia por parte de los ocupantes de
ese espacio (Dollfus; 1990: 124); a su vez define conductas diferenciales de
una localidad a otra, conducta o patrones de consumo que redefinen el espacio
social debido a que las transacciones con reglas culturales elaboradas, se
asocian con tales espacios. La transacción o el intercambio es una de las
cuatro formas básicas de producción de espacio que define Roger Brunet en la
exposición de la Teoría de los Coremas (Peñaranda; 1993). Las clases de
divisiones y reglas concomitantes afectan el carácter del espacio vital /
personal de cada ser humano.
El uso del
espacio por parte de la sociedad es mucho más complejo que la medición
geográfica de la distancia, en particular cuando se toman en cuenta intereses
sociales, políticos, culturales y psicológicos, pues el uso del espacio implica
no solo distancia y tiempo sino también valores. La colectividad/sociedad
evoluciona en el tiempo y el espacio y define valores culturales propios a cada
espacio y tiempo. Es imposible imaginar que la sociedad se pueda realizar sin
el espacio y el tiempo, o fuera de ellos, y a su vez sin pautas culturales
definidas en función de ellos.
Tiempo y espacio conocen un movimiento que es, al
mismo tiempo continuo, discontinuo, e irreversible. Tomado aisladamente, tiempo
es sucesión, mientras que espacio es acumulación, precisamente una acumulación
de tiempos. (Santos;
1996a: 52)
Priorizamos la
espacialidad a partir de principios corísticos y corológicos, es decir, la
geografía que describe y explica los fenómenos de la superficie terrestre al
poner de relieve relaciones regulares desde el punto de vista estructural
(principio corístico), funcional (principio corológico) e histórico. Al tomar
como base lo anterior se puede señalar tareas importantes: formar tipos
corísticos, tales como descripción de modelos de distribución, caracterización
de área, tipificación de espacios, por ejemplo cantones); elaborar modelos
corológicos, por ejemplo, representación en forma de modelos de las actividades
humanas en su relación de dependencia respecto a las distancias espaciales; y
elaborar teorías espaciales, sobre todo teorías de localización económica
(Maier, et. Al: 1987: 24), donde el patrón de organización espacial se demarca
según patrones culturales de saber-hacer-técnica-sociedad/colectividad.
El principio
básico debe partir como cientista, que también es una acepción cultural de
nuestra visión holística del medio, ya que las verdades no son absolutas, por
un lado, y por otro, las percepciones espaciales (sus fenómenos, sus realidades,
pero por encima de estos, su movimiento) deben analizarse desde el campo de la
interdisciplinariedad, y hacemos eco de lo planteado anteriormente acerca de
que el conocimiento ni se produce en forma aislada ni se compartimenta y que
las interdisciplinariedad no es sinónimo de totalitarismo. Asimilar como
investigadores de diferentes ciencias e incluso con posiciones ideológicas
similares, divergen en su concepción / visión del mundo. Visto así,
entenderíamos la razón por la cual se plantean soluciones a la crisis del
ambiente disímiles por su contenido ideológico – económico y la vez similares
en la génesis de esta.
La cultura se
genera y se potencia, en primera instancia, en el espacio urbano,
posteriormente se desplaza al espacio rural, como forma dominante de lo urbano
sobre lo no urbano. Razón por la cual en cualquier forma de organización de
espacio que se quiera implementar es condición sine qua non dilucidar el fenómeno organización del espacio -
sostenibilidad - cultura - individuo - sociedad/colectividad, en dicho entorno.
Para Lewis
Mumford las ciudades sostenibles son una utopía; en el segundo volumen de The Myth of the Machine, Mumford no
otorga ninguna sostenibilidad al crecimiento urbano de esa época, cuando las
mayores ciudades eran Nueva York, Londres, Tokio y Paris, cuatro megalópolis
contra las doce de hoy, ya Mumford hablaba de lo insostenible del espacio
urbano, con una posición similar pero más elocuente aun, Bettini dice:
¿Sostenibilidad de un ambiente urbano? La ciudad
es tan sostenible como lo puede ser un derrumbe: basta no pasar por debajo
cuando se hunde la ladera. (1998, 16)
Hasta hace poco
los influjos de la ciudad han tenido carácter local. En la actualidad la
influencia antropógena de los espacios urbanos es a gran escala. El problema no
solo es que el ser humano desaloja a
la naturaleza y crea espacios artificiales, degrada y empobrece extensos
paisajes suburbanos, sino también es que la biosfera se convierte en un
transmisor global de los efectos de la urbanización, en otras palabras, si
antes el medio material (el natural y el creado por el ser humano) era
considerado por los especialistas como objeto, instrumento y material de las
acciones, ahora los cambios provocados en este medio, por la magnitud de ellos,
han obligado a considerar como objeto de investigación sistemática al propio
ser humano. (Yanitski, 1984, 150)
En un hecho que
este espacio es el más “antropizado” de los espacios en los que interviene el
ser humano y, como se ha visto en párrafos anteriores, el impacto de la ciudad
en el medio es funesto, y en el mismo ser humano, es significativo. Si se parte
de la frase de Mitscherlich (1969, 17) de que el ser humano llega a ser lo que
la ciudad hace de él, y al revés, entonces las perspectivas no son muy
halagüeñas. Al igual que un hongo, la ciudad se desplaza por el espacio,
invadiendo, primero los terrenos de topografía más favorable, para terminar
usando hasta los terrenos de alto riesgo.
Las propuestas para arreglar la situación son abundantes, quizás las de que
crearon mayor expectativa, son las de planificación urbana, pero arreglaron
poco y nada:
... como dice lapidariamente Alfred Prokesch, ‘es
un hecho histórico que no hay ni ha habido jamás una planificación urbana que
haya tenido éxito’. Todas las ciudades que fueron o que son cobijo favorable
para el ser humano [...] “se desarrollaron sin y en contra planificación urbana
ortodoxa”. (Mitscherlich,
1969, 37)
Viene al caso
retomar dos conceptos que, sin ser esenciales en la argumentación planteada, no
dejan de ser relevantes si se toma en cuenta que al ser, producto de la visión
y el accionar cultural del individuo y la sociedad/colectividad, inciden
negativa o positiva o negativamente en la formación-deformación-adaptación en y
del entorno.
Existe toda una
compleja teoría/discusión acerca de los conceptos de topofobia y topofilia,
según lo cual cuanto menor sea el afecto que yo le tenga a un espacio,
topofobia, menor será el interés por cuidarlo y viceversa; cuanto mayor sea la
aprecio a un espacio determinado, topofilia, más y mejor lo cuido. De lo que se
trataría es de encontrar las razones por las cuales ciertos espacios potencian
afecto y otros aversión, con lo que se podría dar un gran paso en la solución a
algunos problemas cotidianos en la humanidad (Buero, 1992). Eso significa que
poco y nada queremos al espacio urbano según la frase de Mitscherlich, esta
fobia que se le tiene a la ciudad, retroalimenta la que la ciudad nos tiene a
nosotros, pero al mismo tiempo explicaría el porqué fracasa la planificación
urbana.
Sin embargo:
El logro de las funciones propias de cualquier
ciudad: bienestar, seguridad, cultura, y sociabilidad, dependen esencialmente
de la ‘naturaleza’ y calidad de los vínculos que la gente establezca entre sí y
con los demás elementos que constituyen la ciudad y su entorno, siendo
necesario crear las condiciones para que una ciudad sea más que humana y
humanizadora. [...] Las dimensiones humanizadoras son dimensiones pequeñas. (Yory, 1998: 28)
Entonces creemos
que la transformación principal y primaria, en aras de transformar hacia algo
más positivo el espacio urbano, se debe dar primero en el homo urbanus. Definir normas de conducta, normas de comportamiento
cultural acorde con una racionalidad ambiental que permita la convivencia
equilibrada y armónica de la sociedad / colectividad con el entorno. De esa
forma la ciudad será lo que hagamos de nosotros, el compromiso interior en el
ser humano debe canalizarse finalmente a crear ambiente urbano con mayor
calidad de vida para sus usuarios.
No debemos
olvidar que es en las ciudades donde se toman la decisiones y surgen los
modelos que imita la mayoría de la población mundial que es urbana, de ahí que
un colapso de estos espacios pondría en serias dudas la supervivencia del
modelo de sociedad que conocemos actualmente. Si la ciudad tiene mala
“reputación”, desde el punto de vista ambiental, es a causa de los seres
humanos que la habitan. La ciudad es un medio de vida menos natural que el
campo y los inconvenientes de vivir ahí se sienten más fácilmente que las
ventajas derivadas de la concentración demográfica, porque si bien es cierto y
como decíamos anteriormente, la ciudad es la causa de la mayor degradación del
ser humano sobre el espacio, también es cierto que no se puede evitar observar
ciertas ventajas en estas concentraciones humanas.
El reagrupamiento de la población puede ser
considerado como una ganancia ambiental, reduciendo en principio la parte del
territorio marcado por la ocupación humana. [...] La concentración de la
población humana representa así ventajas para la naturaleza. [...] La
aglomeración humana, como tal, produce una disminución en el consumo de
recursos, y por lo tanto en la disminución de contaminantes y desechos.[...] En
lo social[...] es un factor clave (quizás indispensable) para la reducción de
las tasas de natalidad. Sin ella, el planeta sufriría probablemente presiones
demográficas aún mayores. (Polese, 1998, 130)
No compartimos
con Bettini (1998, 16) su escepticismo sobre el espacio urbano, creemos en la
posibilidad de la sostenibilidad de las ciudades y consideramos que el Teorema
de Bowden, que afirma que el estado biofísico de una persona está determinado
por sus condiciones de vida, por su entorno personal, por su modo de
percibirlo, por su peculiar modo de conducta, todo ello con relaciones de
recíproca influencia (Bettini, 1998, 61), son una esperanza de un espacio de
ciudad más equilibrado, tal cual y como se representa en la figura Nº 3, a
continuación.
Figura 3.
Ecosistemas heterotrofos.
Ciudad de la naturaleza / ciudad industrializada
A.
Un tipo de “ciudad” de la naturaleza -
una colonia de ostras - que depende del flujo de alimentos procedente de una
amplia zona circundante.
B.
Ciudad industrializada mantenida por un
enorme flujo de carburantes y de alimentos, con el correspondiente flujo de
salida de residuos y calor.
El requerimiento energético por
metro cuadrado es casi 70 veces superior al de la colonia de ostras, es decir,
unas 4.000 Kcal/día, se traduce en un millón y medio de Kcal/año.
Fuente: Bettini, 1988, 78.
Sin
sostenibilidad la ciudad transgrede su capacidad de soporte ecológico y su
desarrollo entra en una fase patológica que se expresa en estancamiento de
inversiones, déficit progresivo de recursos básicos, aumento del desempleo, se
agudiza el conflicto social. Todo esto se traduce en una hipertrofia urbana,
donde el crecimiento hace desbordar la capacidad de infraestructura o, en
palabras de Utria, la eficiencia de las ciudades oscila entre un umbral de
crecimiento y un tope de sostenibilidad (1999, 6), una vez que se sobrepasa ese
umbral, disminuye la eficiencia energética y ecológica y, desde la perspectiva
gaiana, la necesidad del colapso. Si a esto se agrega lo que dice Milton Santos
acerca de que las ciudades constituyen el esqueleto económico, político,
institucional y socio-cultural de un país, donde las demás subunidades que
forman el espacio nacional (zonas agrícolas, mineras, etc.) no poseen el
aparato para controlar sus propias interrelaciones y dependen para ello de las
aglomeraciones urbanas (1996a, 57), nos damos cuenta de la importancia crucial
de encontrar formas de sostenibilidad para la ciudad, que redunden en la forma
de patrones culturales en la organización del espacio, tanto en el de la ciudad
como en el no urbano.
Un último punto,
y no por eso menos importante, que debemos tomar en cuenta a la hora de
organizar el espacio con miras a lograr un desarrollo sostenible, es el de la
participación democrática ciudadana, participación que tiene su génesis y
necesidad en la consecución de parámetros que permitan visualizar un espacio en
la perspectiva de la relación dialéctica socio natural, definido en ocupación
cultural, utilización económica.
El individuo y
su manifestación, la sociedad/colectividad tienen necesidades básicas que
atender. Cualquier proceso de organización espacial que no lleve la impronta de
lograr este objetivo no es más que una parodia de organización, se sobrentiende
que las necesidades a satisfacer son las de la sociedad/ colectividad. En esa
misma medida, si el objetivo se parcializa hacia un solo sector de este ente hacia
el sector oligárquico dueño de los medios de producción y la organización
espacial, degenera en entropía social, la cual a la postre terminará
manifestándose de forma violenta, cuando los desposeídos caigan en la cuenta de
que a la hora de recrear su espacio fueron dejados de lado.
En ocasiones los
individuos se revuelven y la experiencia indica que la historia humana está
jalonada por las insurrecciones, desde las revueltas de los explotados en
épocas pretéritas (recordemos a Espartaco) pasando por las revueltas campesinas
relativamente recientes (Rusia en 1861) y las revoluciones del siglo pasado (la
rusa, la china, la cubana). Porque la organización del espacio, desarrollo
sostenible y cultura ambiental son algo más que pivotes de la demagogia y su fin
va más allá de generar desarrollo y crecimiento económico:
…hay también otras necesidades, otras metas y
otros valores. Incluyen la libertad de expresión, el derecho a manifestar y
recibir ideas y estímulos, porque es profunda la necesidad social de participar
en la configuración de las bases de nuestra propia existencia y de contribuir
en alguna medida a modelar el mundo del futuro. (Declaración de Cocoyoc, 1974, citada por: Gutman;
1986: 407)
En síntesis, democratización de los procesos de
organización del espacio, se llama la figura sobre la cual gira un verdadero
desarrollo sostenible acorde con los preceptos de cultura ambiental que se han
categorizado/conceptualizado a lo largo de los últimos párrafos.
Esta
participación social deviene de la necesidad de integrar dialógicamente la
relación individuo-sociedad/colectividad, relación que es holográmica en tanto
el individuo está en la sociedad como la sociedad en el individuo. En esa misma
medida la relación es dialógica, al ser una relación de múltiples formas, complementaria
y antagonista a la vez. De esa forma, la relación
individuo-sociedad/colectividad es múltiple y variable según la sociedad, época
o individuo, pero es indisoluble y se define y define patrones culturales que
tiene importantes manifestaciones en el espacio sobre el cual revierten su
accionar. El individuo no puede sobrevivir en aislamiento, aislarse, vivir
fuera de la sociedad, porque ha sido creado culturalmente en sociedad y cuando
consigue aislarse, como Crusoe, pierde su identidad social, así como la
capacidad de avanzar hacia formas superiores en el desarrollo social,
biológico, sensorial.
No se puede ni
debe hablar de sostenibilidad en planos territoriales si previamente no se
desarrollan estrategias comunales de cambios paradigmáticos en la actitud y
cultura de la comunidad. El ser social/colectivo debe dejar de ser un receptor
solicitante de servicios y empezar a ser responsable y ejecutor de decisiones y
acciones.
Los líderes locales, políticos, religiosos,
comunales y todos aquellos que intervienen en el proceso, crecen en su visión
del futuro, adquieren la suficiente capacidad de prognosis, como para prever
los posibles efectos de sus acciones contemporáneas. (Peñaranda et. Al; 2000: 20)
La preservación
del entorno no puede ser responsabilidad única y del Estado. Es más, sin la
presencia de nuevos valores, actitudes y motivaciones culturales, físicas,
anímicas, económicas de la población, aunado a la cooperación y movilización
colectiva, es poco lo que se puede en este campo. De esa forma, el desarrollo
sostenible normado y definido en estrategias de organización del espacio y
patrones culturales socio-colectivos se enmarca en procesos de búsqueda de
grados adecuados y crecientes de compatibilidad entre las características del
entorno natural y la realidad socio-demográfica y cultural de los
usuarios/creadores del espacio en cuestión. El fin primordial de la interacción
de las tres vertientes es el de recrear mejores condiciones de desarrollo de la
sociedad/colectividad en aras de la preservación del ambiente, en lo referido a
producción socioeconómicaindustrial y productividad ecológica. Se entiende por
producción socioeconómica a la presión ejercida por la población sobre los
recursos del territorio y al tipo y escala de actividades desplegadas.
Entendemos la
interacción de las tres vertientes en la dialógica propia de elementos que
llevan en sí la impronta del antagonismo, a saber: componente espacial, con su correspondiente patrón territorial; componente económico, y su patrón
productivo; y componente social y su
patrón cultural, donde el antagonismo se manifiesta en patrones productivos que
al maximizar el beneficio (por un 300% de ganancia el capital no duda en llegar
hasta el genocidio, dice Carlos Marx, y la realidad histórica tiene ingentes
pruebas de la aseveración de la afirmación marxista) introduce en el Ecosistema
entropía en la forma de ingredientes no
sostenibles, y genera patrones territoriales (espacios deprimidos por la
contaminación, la deforestación, paisaje estresante) que determinan una visión
holística y una cosmogonía del usuario determinada, ya sea como manifestación
cultural espacial o como simple interpretación epistemológica del espacio, lo
que compele manifestaciones topofóbicas hacia su territorio, cuando en realidad
la interacción de estos tres elementos debiera determinar y reproducir normas
de autoreproducción espacial de carácter topofilíco, que determinarían el paso
prioritario y básico en la consecución de un ecosistema sostenible:
…el territorio es una relación entre vida natural
y vida humana, entre pasado y futuro […] En su devenir, las sociedades
construyeron territorios a la medida y a la manera de sus tradiciones,
pensamientos, sueños y necesidades, territorios que significan mucho más que
espacio físico poblado por distintas formas de vida… (Restrepo; 1999: 146)
Afirmaciones
como la anterior nos llevan a la frase del geógrafo John K. Wright, en el
sentido de que las más fascinantes de las tierras incógnitas son las que se
encuentran en las mentes y los corazones de los ser humanos (Lowenthal; 1961:
249). Lo que permite una posición “colectivizante” en lo que concierne a la
producción social en la medida en que la asumimos el espacio como producto de
sentimientos, pensamiento y trabajos de los colectivos.
Visto así
asumimos un desarrollo sostenible como forma y norma de la interacción
ordenamiento territorial y cultura ambiental, donde la segunda es tanto más
ambiental, cuanto mayor arraigamiento exista entre la sociedad-colectividad con
el entorno natural, con el territorio de la vida y reproducción de las
especies, de forma que los otros (los dueños del espacio natural) nos habitan
(al nosotros los creadores del espacio social) en la medida en que nosotros
(depredadores racionales e irracionales) los habitamos (a los otros,
recreadores del espacio natural). Y la primera es la resultante de la necesidad
del individuo y la sociedad/colectividad de perpetuar y definir mecanismos que
le permitan utilizar el espacio de forma que plegue a sus sucesores un medio
más o menos similar al que le legaron, respondiendo de forma afirmativa a la
pregunta de si
¿…puede el P.O.T reducir los desequilibrios
territoriales, mejorar la calidad de vida, fortalecer la cohesión social y
promover el desarrollo económico con criterios claros de sostenibilidad
ambiental? (Hernández,
et.al; 2000: 9)
No se trata de
caer en ecologías utópicas, radicales, el ecologismo, se trata de utilizar en
forma racional y equilibrada los recursos flora-fauna y minerales del
medio/espacio en que nos reproducimos. Se parte de que los usuarios de ese
medio/ espacio tiene una clara necesidad de reproducir tanto la especie, como
su fuerza de trabajo, con el colateral de creación de espacio social, donde el
patrón cultural cumple con la doble función de ser producto e insumo de ese
espacio social recreado, tanto por las formas de extracción de riqueza de él
(patrón productivo como componente económico). La visión holística y
cosmogónica de la Natura debe estar condicionada por la racionalidad entendida
como el conjunto de las cualidades que verificación, control, coherencia,
adecuación, que nos permiten asegurar la objetividad de la visión que tenemos
del mundo e instrumento de operacionalización para diferenciar la distancia
entre nosotros (individuos socio-colectivos) y el mundo objetivado (Morin;
2006: 108 – 109).
Entonces se
asume como cultura la capacidad del sapiens
de aprender y conocer en el seno de la cual el individuo sociocolectivo
evoluciona mental, sicológica y afectivamente, con lo cual proponemos al ¿homo actualis? como producto de la
cultura y si esta previamente la hemos definido en función de las relaciones de
la sociedad-colectividad con el entorno. Asumimos un ser humano que deviene y
se define en su entorno, y genera un impasse desde el momento en que es este
individuo sociocolectivo o no depreda e inutiliza el espacio sobre el cual se
ha generado, por evolución, adaptación, necesidad, capacidad (a veces).
El imperio de la
racionalidad deviene como imperio del pensamiento, de la razón, con una
diversidad de pensamientos en relación directamente proporcional con la
cantidad de estilos cognitivos, desde la visión holística (¿global learners?) que capta la forma global,
hasta los serialistas (step by step
learners) que necesitan caminar de elemento en elemento, y pasan por
empiristas, positivistas, analíticos, etc., con posiciones de pensamiento
normalizados (clásico, reaccionarios en el mejor sentido de la palabra). No
conformes (rebeldes, paradigmáticos) “desviantes” (míticos, metafísicos) pero
se mantiene en ellos como plataforma operacional el sentido de la racionalidad,
previendo que esta no metamorfosee hacia la racionalización, según la cual
Morin, es sinónimo de irracionalidad …homo demasiado sapiens se
convierte, ipso facto, en homo demens
(2006: 134). La racionalidad encuentra su límite en el espacio en que se
crea y recrea, en donde se instrumentaliza, operacionaliza y genera lo social.
Bien argumenta Milton Santos cuando asegura:
…el hecho de que la producción limitada de
racionalidad este asociada a una producción amplia de escasez conduce a que los
actores que están fuera del circulo de la racionalidad hegemónica al
descubrimiento de su exclusión y a la búsqueda de formas alternativas de
racionalidad, indispensables para su supervivencia. La racionalidad dominante y
ciega acaba produciendo sus propios límites. (Santos; 2000: 263)
En consecuencia,
se puede hablar de una relación prácticaconceptual entre las formas en que se
produce y auto organiza el espacio en función de insumos de características
diversas, peor con denominador común espacial, extracción de recursos, formas
de producción y repartición de beneficios, que conducen si no a explicar en su
totalidad explicar las crisis gaianas en que estamos inmersos, por lo menos son
base de análisis y diagnóstico metodológico con miras a explicar estas
crisis/fenómenos. El eje o pivote sobre el cual giran los procesos son el
sistema productivo, la visión marxista del mecanismo de desarrollo histórico de
la sociedad prioriza las relaciones económicas por sobre cualquier otro tipo de
manifestación de la sociedad/colectividad.
La
sociedad/colectividad rige y dirige su destino y desarrollo sobre las
relaciones de producción y es sobre estas sobre las cuales identifica el estado
histórico correspondiente, ergo, formación económico-social (FES). En una FES
como la actual, donde hablar de capitalismo no solo es trillado, sino que
también es trasnochado, discutir de socialismo, es tan solo eso, discusión, un
momento histórico donde se rompen los paradigmas que han estado rigiendo la
visión del desarrollo histórico de la sociedad, donde el comunismo tiene su
mayor expresión en la República Popular de China, que basa su crecimiento y
desarrollo económico-industrial en la pobreza (con ribetes de indigencia) de
casi el 50% de su población. Se erige el egocentrismo, que hipertrofia en
egoísmo desencadenado, la palabra creatividad
es expulsada de la ciencia, hipostasiada por el espiritualismo, gadgetizada por la gestión de empresa,
el sapiens se convierte rápidamente
el ludicus y en oeconomicus, y cada vez más demens,
conforme la irracionalidad de la forma de de producción, la FES, determina la
prioridad del beneficio por sobre el costo, ...
el elemento dominante es la industria que organiza enteramente el paisaje ... (Castells;
1986: 22)
Desde una
perspectiva más amplia, la interacción entre el sistema de producción (como
relación económica en un territorio determinado) la ecología (como ciencia), el
sistema natural (como territorio/medio/entorno/espacio) y el sistema social
(como sociedad/colectividad-individuo) debe entenderse como la forma en que la
el ente supra social, llámesele especie, sociedad/ colectividad, noosfera,
aprovecha los recursos de la naturaleza para la producción de bienes de
materiales, como un modo de ... asimilar
bajo una forma útil para su propia vida, los materiales que la naturaleza le
brinda (Marx; 1974, 188. Tomo I). En síntesis, es la manera en que el ser
humano modifica la naturaleza para su provecho, para satisfacer sus necesidades
energéticas, de minerales, agrícolas, etc. y asegurar las condiciones vitales
de la existencia del ser humano.
Este contacto
multilateral de la sociedad con la naturaleza condiciona la variada influencia
que el entorno ejerce sobre la actividad social y el estado físico y moral de
cada individuo. Es evidente que tanto el problema de la interacción entre la
sociedad y el medio ambiente como sus aspectos más importantes revisten, por su
misma esencia, un carácter interdisciplinario manifiesto, lo cual significa que
muchas ciencias sociales, naturales y técnicas deben hacer aportes importantes
al estudio científico del problema.
En su planteamiento más general, el
problema de la interacción entre los sistemas definidos previamente, así como
la resultante de esta interacción que a la postre es lo que va a determinar el
espacio social recreado, su eventual organización y el tipo de desarrollo
sostenible que defina el patrón cultural, producto también de la interacción de
los sistemas, ecología (accionar practicoepistemológico del medio ambiente) y
sociedad/colectividadindividuo (agentes antrópicos y, porque no, depredadores)
y complejo industrial (herramienta/medio para extracción de materias primas en
aras de generar riqueza) pueden considerarse un tradicional recurso
paradigmático, en gran medida para las ciencias geográficas (Barrows, 1923;
Riabchikov, 1976; Reclus, 1986), pero también en la eventual solución a la
crisis ambiental en la cual nos ha sumido el homus demens/oeconomicus.
Una relación
sistémica tal cual se perfila en la figura Nº 4, anterior, implica una noción
un tanto pesimista del futuro de la especie humana, y por ende, de este
ecosistema llama Tierra. La triste realidad demuestra que hacia ese futuro nos
dirigimos, una crisis ambiental producto del embate de las crisis económica y
social, a partir de la demencial carrera antrópica/depredadora del ser humano,
cuyo fin mediato y supremo consiste en generar beneficios independientemente
del costo que signifique en lo natural, en lo social, en lo cultural. Lo
importante es obtener, sin medir las consecuencias de la gula y la ambición.
Visto así, el
territorio es lo que queramos hacer de él, la predominancia del sentir
topofílico implica un territorio altamente organizado, equilibrado y armónico,
donde también se mantiene la razón beneficio (económico), pero para este caso,
determinada por el costo (ambiental). El sentir/accionar topofóbico dirige la
instrumentación del territorio hacia lo contrario que el sentir anterior. Pero,
como se dijo, el territorio es lo queramos que sea, este incluye flora, fauna,
minerales, ser humano y todo elemento que tenga un peso, grande, mediano o
pequeño en el ecosistema Tierra, y surge la prerrogativa y necesidad de que en
función de la supervivencia de la especie, término que desde la visión
humanista-holística-ecologista-marxista que preconizamos, considera
consideramos hacer una propuesta lógica, coherente, armónica, y, en el buen
entender de Morin, dialógica, definida en la figura N° 5 a continuación, así
como la matriz de síntesis de procesos inmediatamente siguientes.
Fuente: Morin,
E. (1992).
Se entiende como
fundamental para el proceso de consecución de territorio que las variables expuestas se relacionen en forma
práctica y dialéctica, de manera que causal de dicho accionar se genere una
forma concreta de territorio/espacio con lo mejor de cada una de ellas. Visto
de esa forma, el instrumento óptimo se encuentra en las ciencias estadísticas
en la forma de componentes principales donde cada una de las variables daría lo
mejor de ellas en función de lograr el objetivo deseado. No agregamos políticas
culturales en el gráfico pues para el caso lo asumimos con un ente supra-emergente
con características definidas en cada una de las variables expuestas.
La matriz
síntesis de proceso cumple una doble función de ser, tanto un
inventario-diagnóstico del espacio y fenómeno investigado, como de proveer al
investigador de una herramienta práctica para procesar los datos adquiridos y
al mismo tiempo verificar la validez y actualidad de los datos. Debe entenderse
que la solución-entendimiento-administración-aprovechamiento de un fenómeno
socio espacial no está en la sumatoria, mecánica, fisicalista y subjetiva, de
las variables/elementos que lo conforman, sino más bien en la resultante del
accionar de estas variables/ elementos, de ahí que el uso de la matriz debe ser
discrecional y si y solo si se adapta o adapta las variables/elementos a las
necesidades de la investigación. El énfasis cosmogónico y holístico de lo que
se ha sustentado a lo largo del presente artículo es la base sobre la cual se
asienta la anterior recomendación de uso de la matriz.
Figura 6. Matriz Síntesis de Procesos
CATEGORIA INDICADOR VARIABLES PRODUCTOS
|
|
|
|
A N A L I S I S C U L T U R A L |
Identificar Formas Culturales |
Formas Culturales presentes |
Matriz caracterizadora de Formas Culturales |
Cartografiar Asentamientos |
Delimitación Espacial de áreas ocupadas |
Matriz y mapa
de distribución y delimitación de áreas |
|
Caracterización Socio - Cultural |
Delimitación
Socio-política, e Histórica y Antropológica |
Definición Sociocultural del Espacio |
|
Cosmovision y
relación con la Naturaleza |
|||
Resolución Conflictos Territoriales |
Causas y
Areas de Conflicto |
Cartografía Social de los
Conflictos |
Fuente: Elaboración propia
Fuente: Elaboración propia
Fuente:
Elaboración propia
El concepto de
cultura que maneja la generalidad, ciertamente se circunscribe al parangón de
cultura con educación, define una relación directamente proporcional entre
bagaje cultural y grado académico, lo cual atrofia totalmente el accionar,
tanto del concepto como de la sustancia misma de este, En el desarrollo de estos aspectos culturales, deben participar los
niños y los jóvenes que hoy cursan su educación básica…, nos dice desde
México, Rolando Cruz García (2008). Ante tal posición surgen las interrogantes,
los bosquimanos del Kalahari ¿no tienen cultura?, ¿los nómadas del Neguev
tampoco?, pero además de eso ¿quién garantiza la óptima educación ambiental que
potencie y cree dicha cultura? Más grave aún es el caso en que los mass media son la base sobre la cual
gira la cultura de los nuevos ciudadanos, desde el momento en que dichos medios
no solo corresponden a los reproductores del sistema, con lo cual en el mejor
de los casos, solo incrementaran la visión mercantil, depredadora del dicho
sistema, y en el peor de los escenarios. El sistema los consume. Así surgen
diversas propuestas:
…la importancia de los medios de comunicación como
mecanismo estratégico en este proceso educativo, en especial los canales de
televisión de mayor cobertura y alcance, pues son ellos los que tienen la
capacidad de llegar y educar a millones de personas al mismo tiempo. (Robles; 2004)
De tal forma,
las opciones de crear cultura no son
muy halagüeñas, en strictus sensu, lo
que también significa que dichas opciones tienen algún grado de confiabilidad.
Recreamos una discusión más amplia, al considerar que la cultura es una forma de interacción entre la realidad inmediata y
el ser humano. Se asume la cultura como un estamento en el cual se forja una
actitud en el individuo ante el medio, de manera que enfrenta obstáculos y
retos que este le depara, ya sea un medio natural o un medio antrópico y a
partir de la solución/adaptación/evolución del homus pensantis, se define tanto su posición como su visión del
mundo.
Cuanto mayor sea su interactuar con el medio natural mayor será su bagaje
de cultura ambiental, es así como la educación formal/ informal/no formal con
una buena dosis de práctica crea cultura
y si esa práctica involucra la naturaleza, recreará cultura ambiental, se trata
de educación dirigida, objetiva, realista, y coherente con las vivencias y
realidades de los individuos y su colectividad.
En tanto no
instrumentemos la cultura como una interacción ser humano-naturaleza, mayor
será la brecha entre el ser humano y su medio, lo que a la postre solo generará
mayores índices de topofobia, lo que se traduce, a la luz de la crisis en que
estamos inmersos, en una agudización de la problemática. Un viaje que, conforme
pasa el tiempo, se hace cada vez más “irretornable”, en donde la extinción de
la especie humana, ya no es solo una idea, un pensamiento, sino que cobra día a
día más fuerza como una realidad mediata.
La última gran extinción masiva de especies fue en el pérmicotriásico, hace
65 millones de años, causada según algunos por un asteroide, según otros por
las radiaciones mortales emitidas por la explosión de una supernova (Acot;
2003: 53), y así muchas otras teorías, lo único que se sabe es que esta
extinción y las que la precedieron, no fueron causadas por los seres vivos que
la sufrieron, se acepta que fueron causadas por agentes externos. Si es así, la
del ser humano sería la primera extinción masiva causada por él mismo, no por
agentes externos, sino por la misma incapacidad de un ser vivo de adaptarse al
medio, ergo, por la aculturización del ser humano.
(1986). Los problemas del
conocimiento y la perspectiva ambiental del desarrollo. (2ª ed.). México:
Siglo XXI Editores.
Acot, P. (2005). Historia del clima.
Desde el Big Bang a las catástrofes
climáticas. -- Buenos Aires, Argentina: Editorial Ateneo.
Alexander, T. (1973). El Desarrollo
humano en la época del Urbanismo. -- México: Editorial El Manual Moderno.
Avellaneda, A. (2002). Gestión ambiental y planificación del desarrollo. E Reloj
Barrows, H. (1923). Geography as human ecology. Annals
Association American Geographers, XIII, 1-14.
Bettini, V. (1998). Elementos de
Ecología Urbana. -- Valladolid, España: Editorial El Manual Moderno.
Buero, C. (1992). Cambio, tiempo y topofilia. Geografía y humanismo. -- Barcelona, España: Editorial Oikos.
Bunge, W. (1975). Detroit humanly viewed: the american urban present. Human geography in a Shrinking World. --Massachusets, EE.UU.: Duxbury Press.
Caplow,
T. (1987). La sociología del trabajo. (3a. Ed.). – México:
Editorial
Fondo de Cultura Económica.
Capra, F. (2006). La trama de la
vida. Una nueva perspectiva de los sistemas vivos. (6ª ed.).-- Barcelona,
España: Editorial Anagrama.
Castells, M. (2001). La era de la
información: Economía, sociedad y cultura. El poder de la identidad. --
Madrid, España: Alianza Editorial.
Castells, M. (1986). La cuestión
urbana. (11a. ed.). México. Editorial Siglo XXI.
Cruz, R. (12 de abril de 2008). La cultura ambiental desde la educación. El Siglo de Durango. Recuperado el 13 de
febrero de 2013, de www.elsiglodedurango.com.mx/noticia/164498.
la-cultura-ambiental-desde-la-educacion.html
Dollfus, O. (1990). El espacio
geográfico. -- Barcelona, España: Editorial Oikos-Tau S.A.
Engels, F. (1973). El papel del
trabajo en la transformación del mono en ser humano. --Moscú, U.R.S.S.:
Editorial Progreso.
Fernández R., J. (1995). Los muchos
rostros de la ciencia. – España: Ediciones Nobel S.A.
Goldsmith, E. (1999). El Tao de la Ecología: una visión ecológica
del mundo. – Barcelona, España: ICARIA.
Hernández, Y. (2000). Consolidando el
P.O.T. Como concretar el Plan de Ordenamiento Territorial.-- Bogotá,
Colombia: Ministerio de Desarrollo Económico, Dirección de Desarrollo
Territorial y Urbano
Lacoste, Y. (1977). La Geografía. Un arma para la guerra. --
Barcelona, España: Editorial Anagrama.
Lowenthal, D. (1961). Geography:
experience and imagination. From to geographic
epistemolgy. Annals of the
Association of American Geographers. (3), 241 - 260.
Maier, J., Paesler, R., Ruppert, K. & Schffer, F. (1987). Geografía social. -- Madrid, España:
Editorial RIALP.
Marx, C. (1974). El Capital. 3
tomos.-- Buenos Aires, Argentina:
Editorial Grijalbo.
Maya, A. & Maya, F. (2007). La morada de ICARO es la Madre Tierra. Ambientico, 161, 11 – 14.
Mitscherlich, A. (1965). La
inhospitabilidad de nuestras ciudades. -- Madrid, España: Alianza
Editorial.
Morin, E. (1992). El Método III. El
conocimiento del conocimiento. Libro Primero, Antropología del conocimiento.--
Madrid, España: Editorial Cátedra.
Morin, E. (1992). El Método IV. Las
ideas. Su hábitat, su vida, sus costumbres, su organización. -- Madrid, España: Editorial Cátedra.
Morin, E. (2006). El Método 5. La
humanidad de la humanidad. La identidad humana. (2ª ed.). -- Madrid, España: Editorial Cátedra.
Muntañola, J. (1980). La didáctica medio ambiental: Fundamentos y posibilidades. --
Barcelona, España: Editorial Oikos.
Peñaranda, M. (1999). Modelos de Coremas. Perspectiva Geográfica, Ordenamiento Territorial, 4, 76 – 114.
Peñaranda, M., Tobar, A., Sandoval, H.
& Ovando, D. (2000). El Marco de la descentralización en Sigsig: Análisis,
caracterización de sus potencialidades y propuesta de ordenamiento territorial.
Revista Geográfica del Instituto
Panamericano de Geografía e Historia (IPGH), 127, 5 – 38.
Polese, M. (1998). Economía urbana y
regional. Introducción a la relación entre territorio y desarrollo. -- San
José, Costa Rica: Editorial Tecnológica de Costa Rica y Libro Universitario
Regional.
Pose Porto, H. (2006). La cultura en las ciudades. Un quehacer
cívico social. -- Barcelona, España: Editorial GRAO.
Rappaport, R. (1979). Ecology, Meaning and Religion. -- California, EE.UU.: North Atlantic Books.
Reclus, E. (1986). El ser humano y la
tierra. -- México: Fondo de Cultura Económica.
Restrepo, G. (1999). Aproximación cultural al concepto de territorio. Perspectiva Geográfica, Ordenamiento Territorial, 4, 143 – 149.
Riabchikov, A. (1976). Estructura y
dinámica de la esfera geográfica. -- Moscú, U.R.S.S.: Editorial MIR.
Santos, M. (1996). De la totalidad al
lugar. -- Barcelona, España: Editorial Oikos – Tau.
Santos, M. (1996). Metamorfosis del espacio habitado. -- Barcelona, España: Editorial
Oikos – Tau.
Tubella, I. (2006). Televisión, internet y elaboración de la identidad.
Castells, M. (Ed.), La sociedad red: una
visión global (pp. 465 – 483). -- Madrid, España: Alianza Editorial.
Vázquez, H. (1994). La investigación
sociocultural. Crítica de la razón teórica y de la razón instrumental. --
Buenos Aires, Argentina: Editorial Biblos.
Yory, C. (1998). Topofilia o la
dimensión poética del habitar. -- Bogota, Colombia: Editorial de la
Pontificia Universidad Javeriana.
[1] Máster Marco Vinicio Peñaranda Sánchez. Máster en Geografía. Universidad Nacional, con estudios y especializaciones en Colombia sobre temas de Ambiente, Geografía y Sistemas de Información Geográfica. Autor de varios artículos, entre ellos sobre cultura ambiental, espacio, sistemas de información geográfica, etc. Ha sido asesor en materia ambiental en el Instituto Geográfico Nacional, ha participado en actividades académicas en la Universidad de Costa Rica y la Universidad Nacional. Actualmente trabaja en el Ministerio de Obras Públicas y Transportes. Nota de la Editorial: D. Marco Vinicio falleció antes de la publicación de este artículo. (qdDg).
[2] Máster Quendy Bermúdez Valverde. Politóloga. Máster en Historia. Universidad de Costa Rica. Profesora de Historia de la Cultura en la Universidad de Costa Rica y de Historia de la Cultura e Historia de Costa Rica en la Universidad Estatal a Distancia. Ha publicado varios artículos, entre ellos sobre migración china a Costa Rica, y sobre la minería en Honduras en el período colonial. También sobre temas de cultura, ambiente y geografía con autoría compartida con el máster Peñaranda Sánchez.